Autoexigencia elevada ¿Cómo gestionarla?
Cada vez se escucha más hablar sobre el término autoexigencia y, gracias a esto, vamos ganando consciencia de lo que caer en esta actitud nos puede ocasionar. Pero, realmente, en ocasiones, esta autoexigencia elevada se justifica como parte de una actitud orientada en la búsqueda del crecimiento personal. Por lo que dicho afán dirigido hacia el crecimiento personal se puede transformar en una auténtica trampa. No digo, por supuesto, que sea negativo que deseemos crecer a nivel personal o profesional, pero hay que tener varios aspectos en cuenta para que algo que, a priori, no es nocivo no se transforme en fuente de malestar, estrés, ansiedad y/o depresión. Y es que cada vez hay más gurús del crecimiento personal cuyo mensaje va más en la línea de que caigamos en una autoexplotación que en la línea sana de evolucionar, si así lo deseamos, es decir, por propia elección más que por imposición social y, además, se omite la importancia que tiene el hecho de mantener la conexión con nosotros mismos durante el proceso. Ya que, muchas veces se está en una búsqueda incesante de crecer, ya sea a nivel profesional o personal, sin tener en consideración si el objetivo que perseguimos concuerda con nuestros deseos, necesidades y valores personales. El crecimiento personal como tal se refleja en que nos sentimos cada vez mejor con nosotros mismos, sintiendo que progresamos como personas y, para ello, mantenemos una conexión genuina con nosotros, lo cual desde el prisma de una autoexigencia elevada mantenida en el tiempo no resulta posible. También hay otras personas que han aprendido a relacionarse con los demás a base de cubrir sus necesidades, y es otro destino bastante habitual de la autoexigencia. Esa búsqueda de que la familia, amigos, compañeros, etc., esté bien a base de responsabilizarse de ello es, por supuesto, también muy nocivo. Quizá tu autoexigencia esté dirigida a otro ámbito de tu vida, o quizá te exijas en exceso, pero ni siquiera sepas cual es el fin de la sobrecarga a la que te expones. Esto último es más habitual de lo que, en principio, pueda parecer, puesto que hay actitudes que en un momento determinado de nuestra vida nos pudieron favorecer y las mantenemos sin cuestionar si son útiles en el presente. Síntomas de autoexigencia Sientes agotamiento mental y físico debido a una sobrecarga constante. Siempre antepones tus responsabilidades y obligaciones a tus necesidades y deseos. Necesitas sentir que lo que haces es productivo, durante la mayor parte del tiempo. Mientras los demás te felicitan por tus logros, tú sólo te exiges más y más y te criticas duramente. Si surge algo que interfiere en lo que tenías planeado para sentir productividad, te invaden los nervios o ansiedad. Nada de lo que haces te parece suficiente. A veces sientes etapas de tristeza y no te prestas la atención que necesitas. Te comparas con los demás. Te sientes menos válido si pides ayuda. Desconoces o te cuesta aceptar tus propios límites. Llegar a tener una autoexigencia elevada se puede deber a muchos factores, entre ellos, cabe destacar los siguientes: La educación familiar suele ser un ámbito muy relevante, ya que si crecimos en un hogar en el que se nos exigía en exceso, no se reconocían las cosas que hacíamos bien y si se castigaban las que consideraban que estaban mal, esto se queda muy integrado en nuestra mente. La cultura en la que nos desenvolvemos. Hay muchos lugares en los que la sociedad valora a las personas por las metas que logren más que por las personas que son. Pobre autoconocimiento, este punto parece crucial y se tiene muy poco en cuenta. Tengamos en consideración que si no nos conocemos bien a nosotros mismos vamos a valorarnos en base a la actitud que los demás tengan hacia nosotros, con lo cual en una sociedad marcadamente competitiva es fácil entrar en esa competitividad, además, sin un fin alineado con los deseos y necesidades propios. ¿Qué hacer para gestionar la autoexigencia? La autoexigencia no es una actitud innata, no se nace con ella y, por tanto, al resultar de un aprendizaje que, como hemos visto, se puede deber a distintos factores, tendremos que desaprender esta forma de actuar que nos resulta nociva, y cambiarla por otra conducta más funcional. En este sentido veamos varios pasos a dar si te preocupa este tema: Resulta fundamental identificar que se mantiene una actitud autoexigente y que, una parte de esta actitud, te resulta perjudicial. A quienes tienen esta actitud les resulta muy complicado reconocerla y sobre todo verla como algo negativo. Es importante identificar qué parte de esta actitud te es beneficiosa, por ejemplo puede que identifiques que te exiges en la preparación de un examen, pero que, al tener esta tarea un principio y un fin, no te causa malestar, sino que te impulsa para lograr un resultado positivo en algo que te es importante. Resulta fundamental marcarse momentos de descanso, momentos de conexión con uno mismo y/o momentos de calidad con personas que son importantes en tu vida. Muchas veces se dejan estos ratos de calidad para más adelante y parte del desgaste emocional está relacionado con estar involucrados únicamente con un ámbito de nuestra vida. Ponle un «techo» a tu autoexigencia. Define lo más claramente que te sea posible hasta dónde deseas llegar, así podrás ser consciente tanto de tus avances como de la consecución de tus logros. Esto es crucial porque muchas personas que mantienen una actitud autoexigente se mantienen en una carrera sin fin, puesto que no han marcado qué es lo que quieren conseguir. Una vez que alcances este «techo» te podrás marcar otro si así lo deseas, no sin antes reconocerte y celebrar lo que has conseguido. Logra consciencia de tus fortalezas y habilidades escribiendo un diario en el que indiques que te hace sentir orgulloso de ti día a día. De esta manera, podrás ir disminuyendo tu autoexigencia, puesto que reconocerte lo que estás haciendo bien te puede sacar de ese